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🍮 7 de julio de 2025🍮
JUAN 4:20-26
Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. (JUAN 4:25-26)
Incapaz aún de entender lo que Jesús le decía, le dijo la mujer: “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas”. Todavía estaba confundida, pero expresó su esperanza en que un día el Mesías (cuya venida también anticipaban los samaritanos, con base en Dt. 18:18), aclararía todas esas preguntas religiosas desconcertantes.
La historia llegó a su punto dramático más alto y poderoso con la respuesta de Jesús: “Yo soy, el que habla contigo ”. Había evitado semejante declaración tan directa al pueblo judío (cp. Mt. 16:20), debido a las insensibles expectativas militares y políticas que ellos tenían del Mesías; esperaban a alguien que liderara una rebelión para quitarse el yugo de los odiados romanos (cp. Jn. 6:15). Por otra parte, la fe de esta mujer samaritana no estaba obstruida por esas interpretaciones erradas y autoconcebidas (como lo indica la respuesta de ella en el v. 29). La palabra Él [ese en la NVI, v. 26] no está en el texto original. Nuestro Señor en realidad dijo: “Yo, quien habla contigo, soy”. He aquí una de las declaraciones Yo soy tan comunes en este Evangelio (cp. 8:58). Nuestro Señor dice veintitrés veces “Yo soy” y siete veces agrega ricas metáforas (cp. 6:35, 41, 48, 51; 8:12; 10:7, 9, 11, 14; 11:25; 14:6; 15:1, 5). Las palabras de Jesús debieron haber sacudido a la mujer hasta el fondo de su ser. Hacía unos minutos este hombre le había pedido un poco de agua y ahora afirmaba ser el Mesías esperado. Ella, a diferencia de Nicodemo, no tenía ni idea de las señales y milagros que Jesús había realizado. Pero como Él la conocía, ella no cuestionó su afirmación. Esa confianza grande provenía de Dios. De hecho, ella fue y la proclamó en su villa; un hecho que sugiere con fuerza que en verdad había llegado a la fe salvadora. La conversación con la mujer en el pozo ilustra tres verdades no negociables sobre la salvación. La primera, la salvación solamente llega para quienes reconocen su necesidad desesperada de la vida espiritual que no poseen. Segunda, la salvación solo llega a quienes confiesan sus pecados, se arrepienten y desean el perdón. Esta mujer promiscua tuvo que reconocer todo el peso de su iniquidad antes de poder abrazar al Señor. Y tercera, la salvación solo llega a quienes aceptan a Jesús como su Mesías y quien paga por sus pecados. Después de todo, en nadie más hay salvación (cp. 14:6; Hch. 4:12).
🎵Tu me hiciste con un propósito, en tus planes estaba que yo te adorara; estoy agradecido y quiero cantarte; estoy agradecido y quiero adorarte.🎵
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