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š®9 de enero 2023š®
Mateo 8:23-24
Y entrando Ć©l en la barca, sus discĆpulos le siguieron. Y he aquĆ que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrĆan la barca; pero Ć©l dormĆa.
En los pasajes anteriores de Ć©ste capĆtulo 8, Mateo seƱala tres milagros de sanidad, especialmente, pues podemos notar que el SeƱor habĆa sanados diversas dolencias; pero, Mateo le da un carĆ”cter especial a la sanidad del leproso, la del siervo del centurión y la de la suegra de Pedro. Ahora, pasa a narrar tres acontecimientos que, los teólogo han llamado *milagros de poder*. Es preciso seƱalar que, los milagros realizados por JesĆŗs, eran para demostrar que Ćl es el MesĆas prometido en las Escrituras del antiguo testamento, de cual hablaron los profetas. Ahora, el SeƱor dice a los discĆpulos: "pasemos al otro lado"; es decir, cruzar el mar de Galilea, unos 6-12 kilómetros de anchura, dependiendo del lugar por donde se cruce. Entonces, en medio del lago, inesperadamente, se levantó una tormenta o temblor; aparentemente, un maremoto. Los discĆpulos, experimentados pescadores, probablemente, lucharon tratando de no dejar zozobrar la barca bajo las olas que la anegaban. Mientras tanto, el SeƱor dormĆa, tranquilamente. Es la Ćŗnica ocasión que se dice que el SeƱor estaba durmiendo. Los discĆpulos, asustados y confundidos, corrieron al SeƱor gritando: ¡SeƱor, sĆ”lvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por quĆ© temĆ©is, hombres de poca fe?". Es decir, _"QuĆ© acobardados estĆ”is"_. Entonces, levantĆ”ndose, reprendió a los vientos y al mar; como si le pusiera un bozal a los vientos, y atara las olas del mar; "y se hizo grande bonanza". Inmediatamente, hubo una gran calma. La reacción de los que estaban allĆ, posiblemente, no eran solo los apóstoles, se nota en su expresión: "Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿QuĆ© hombre es Ć©ste, que aun los vientos y el mar le obedecen?". Por eso, debemos recordar que, en las tormentas de la vida debemos acudir al SeƱor, quien nos puede librar.
#ContinuarĆ”
šµEn las olas inmensas de
embravecido mar, Que asaltan de mi alma la pobre embarcación; De rodillas a Cristo clamĆ© y el huracĆ”n, Desecho fue al instante, a la voz de Dios. Es Cristo la roca, el ancla de mi fe, Los males, lamentos y ayes de temor; Terminan por siempre con mi supremo Rey, Es Jesucristo mi refugio.šµ
http://uncafecitonuevo.blogspot.com
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