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lunes, 17 de octubre de 2022

  šŸ‘£UN CAFECITO NUEVO CADA MAƑANAšŸ‘£

         šŸ®17 de octubre 2022šŸ®

 

Job 39:1-2

¿Sabes tĆŗ el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿O miraste tĆŗ las ciervas cuando estĆ”n pariendo? ¿Contaste tĆŗ los meses de su preƱez, Y sabes el tiempo cuando han de parir?


Yahweh, continĆŗa interrogando Job, que pretendĆ­a tener un alto conocimiento de lo creado y todo lo que existe. Y, le hace a Job estas preguntas, las cuales, para ese entonces, no puede responder; sin embargo, el hombre de hoy podrĆ­a responderla, claro, con los conocimientos que ha desarrollado, gracias a la capacidad inteligente con que Dios lo ha dotado; pero, aun asĆ­, no puede precisar con toda exactitud, si el proceso serĆ” exitoso. Ni tampoco cuĆ”l serĆ” el final o conclusión de cualquier asunto. Para el hombre, siempre habrĆ” imprecisión, y la previsión es incierta. Y, ante Job, Dios establece sencillas comparaciones de las que Job no tiene respuesta. Menciona las caracterĆ­sticas del asno montĆ©s: libre y sin ataduras, su casa en la soledad, mora en lugares estĆ©riles, no oye las voces del arriero, anda buscando toda cosa verde en los montes y se burla de la civilización. TambiĆ©n las del bĆŗfalo, que no puede ser domesticado y en cuya fuerza no se puede confĆ­ar, por salvaje. AdemĆ”s, el avestruz, ave sin inteligencia y carante de sabidurĆ­a, pues abandona sus huevos en la tierra descuidadamente, pero, que se atreve a enfrentarse a la majestuosidad del caballo, siendo Ć©sto una insensatez semejante a la cometida por Job al cuestionar a Dios. Ahora, Dios hace una descripción magnĆ­fica del caballo; el cual, no teme a la espada, huele el peligro y valientemente enfrenta la batalla sin temor.  Y, finalmente, presenta a la majestuosa Ć”guila, que domina las alturas,  y ubica la presa sin probabilidad de escapatoria. A todo esto, Job no tiene respuesta, ni nadie, sino solo Dios, del porque ni cómo fue creado todo ello. #ContinuarĆ”


šŸŽµAlabad a nuestro Dios en su santuario,

por la hermosura de su cielo, por sus proezas alabadle a Ʃl. Alabadle por la grandeza de su nombre, con el sonido de bocina, salterio y arpa, a la vez cantad.

Alabadle con el alegre pandero, con el candor de la danza; cantad con gozo al Señor. Alabadle con cuerdas, flautas y címbalos de júbilo resonantes.

En su lenguaje todo lo que respira

alabe al SeƱor. Lo que respira

alabe al SeƱor. ¡AmĆ©n!šŸŽµ

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